Sólo cuatro orgías al año. Porque lo normal es que sean muchas más.
Porque lo normal es evadir impuestos y utilizar esas propinas para las fiestas de alta alcurnia y baja estofa.
Así son algunos de los que están en la cumbre de la pirámide social. Muy vistosos, pero muy poco ejemplares.
Muy de trajes, de cuentas suizas, de egolatría, de negros que curran, y de mujeres totalmente maltratadas y mal consideradas.
Estos señores de las cuatro orgías al año -de un mal año- son una imagen muy gráfica de la corrupción. ¿Política? ¿Económica? ¡Da igual! ¡Moral! Porque la corrupción moral lo acaba enfangando todo.
Y si no que se lo digan a las mujeres o a los maridos de esos o esas que están en la cúspide, pero que, en realidad, están al borde de un precipio angustioso: el del inmenso vacío de la soledad que construye el egoísmo avaricioso.
Qué vértigo.
A veces, hasta la pobreza tiene su encanto.
ÁLVARO SÁNCHEZ LEÓN
Historias breves. Entrevistas largas. Conversaciones. Periodismo.
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