El PP pierde el primer partido

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No era un debate, ni una rueda de prensa. Y sin embargo, el PP ha perdido la primera batalla antes de que las campanadas anuncien el tormento de una nueva campaña electoral. Porque aquí, todo suma, y todo resta. Sobre todo cuando el nivel de los medios está hoy en mojigatear con el «coño» de Pedro Sánchez en versión Ángel Gabilondo.

A Rafael Hernando se le ha atragantado el café hoy en el Ritz, y a unos cuantos asistentes también. Y no todo ha sido culpa suya. Podemos decir que el espectáculo de las feministas-groseras-agresivas que han levantado el aforo al grito de «¡Vuestras políticas matan!» ha sido un gol en el minuto cero. Y después el partido ha estado muy frío.

Podemos decir también que las preguntas a las que el moderador ha puesto el altavoz han sido duras. Empezar por Ignacio González después de un discurso sobre los «logros» políticos del PP desde el Congreso de los Diputados le ha sentado a «Rafa» como si le cortaran la coletilla. Era una pregunta evidente, pero «Rafa» ha demostrado con las palabras y con los gestos que al PP le falta naturalidad para afrontar las preguntas, aunque estén fuera de lugar. El PP tiene demasiadas cosas de las que no se atreve a hablar de cara, con naturalidad, y liderando el debate. Y parecen políticamente mentirosas esas maniobras discursivas evasivas. La mujer del César.

A él si le cae encima la losa de un discurso gris marengo, apático, excesivamente triunfalista, elegido como piedra de toque de la campaña electoral andaluza. Y con excesivos insultos personales que aumentan aquélla sensación de aquél Rajoy de piedra pómez del Debate del Estado de la Nación. Ha llamado «Naranjito» a Albert Rivera. Entre otras cosas.

Esta mañana ha perdido Hernando, pero también han perdido dos «colectivos» más: el de las feminsitas responsables, que han visto degradado sus esfuerzos una vez más por dos tetonas impresentables; y los periodistas, que han preferido hacer caso al espectáculo -like usually- y han ninguneado las palabras de Hernando. Más allá de lo que él dijera -as usual- los medios presentes venían todos con sus respectivos prejuicios. Y esas murallas -comparables a las murallas de falta de transparencia de la Administración y los partidos políticos- siempre son malas.

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