Por cualidades de la vida, he visto el documental de la historia de Pixar en Londres estos días. A trozos. Saboreando el trabajo, la ilusión, el esfuerzo, la audacia y los éxitos de una compañía atractiva que tiene mucho que ver con lo sueños hechos realidad.
En esta sesión magistral para emprendedores en serio de Leslie Iwerks se paladean los retos, las horas de dedicación, el trabajo en equipo, el disfrute constante haciendo las cosas para las que nacieron estos artistas. Se saborea cada paso adelante, cada micra de superación, cada afán de innovación. Es todo muy realista y muy idealista en una mezcla que funciona cuando los profesionales son los primeros interesados en hacer una obra de arte, pasárselo de cine trabajando y, además, ganar dinero. Mucho dinero.
Mientras veía a juntos a Disney, a Jobs, a Lasseter, a Geroge Lucas, y a todos los hombres y mujeres que levantaron cada piedra de Pixar con el sudor de sus ideas y muchas sillas pegadas al ordenador, me he acordado de lo importante que es meter en la thermomix todos estos ingredientes en cualquier oficina, y lo crucial que es que todos juntos estén en una redacción. Porque los medios de comunicación tienen mucho de realismo, y mucho de sueños. La libertad es eso: realismo e idealismo en su justa proporción, un equilibrio que se apoya en la ilusión por hacer las cosas bien y por contribuir de verdad al desarrollo de una sociedad más justa, más humana, y mejor.
La vida no es Disneyworld. Lo sabemos de sobra. Pero el trabajo en un medio de comunicación puede ser un parque de atracciones, de ilusiones, de pasiones, de sudor, de alegrías, de gritos, de sustos, de inseguridad, de audacia, de lanzarse, de subir, de bajar, de dar vueltas, de volar, de caer. Un parque de atracciones en el que se puede trabajar sólo con otros locos, motivados, sacrificados, profesionales, ilusionados, aventureros… Una aventura en la que se esencial ser joven de cabeza, porque los viejos son pesimistas que incendian lo que tocan.
Mientras caen las cabeceras como chinches y el papel se seca en este otoño de medios caducos, es posible volver a crecerse.
Veía en el documental este en el que te vienes arriba sin pestañear a gente deambulando en patinete, champán, amigos, grupos, relojes llenos de horas trabajadas, peleas por llegar a una meta, y por superarse al año siguiente, y seguir produciendo éxitos en taquilla revisando y autoevaluando el trabajo, con críticas constructivas, con afán de ayudar, con el deseo de conquistar a los mejores, y de hacerles uno más del equipo.
Una empresa de comunicación no es Pixar. Pero yo, cuando he visto este documental, me he acordado de mis compañeros de El Español. Sólo lo que ya han hecho es como volver a los tiempos de la prensa de Blancanieves y Dumbo, pero con la fuerza de las tres dimensiones. El periodismo de siempre, pero como nunca. Verles nacer con tanto entusiasmo, con tanta preparación, con tanta selección de buenos periodistas es ya un revolcón en la opinión pública, y un golpe de realismo a los que llevan años discutiendo sobre el futuro de los medios en foros de debate donde sólo se construyen frases lapidarias que terminan por lapidar a los teóricos de un oficio vivo.
Hoy empieza la cuenta atrás. Los números cero están a la vista. Pongan una gopro en la redacción. Si a Iwerks le pilla lejos la Avenida de Burgos, alguno de vuestros tecnoperiodistas sabrá sacarle partido a esta historia que empezó el 1 de enero y que tiene pinta de taquillazo.
Pedro J: te lo recomiendo. Ver juntos este documental puede ser la mejor pizarra antes de empezar el partido.