Foto: Álvaro García Fuentes
Treinta años sin poder pisar su patria que ahora son pasado. En los duros 80 de ETA, él estaba en el epicentro del huracán. Canas. Entre la esperanza y la cal viva en su propio escaño. Delegado del Gobierno, vicelehendakari, ministro, secretario general del grupo parlamentario socialista, eurodiputado y referencia. Puño con rosa sin apretar las ideas. Bandera blanca. Después de 45 años en el PSOE, ahora es menos idealista y más pragmático. Pupilo de Felipe. Amigo de Almunia y de Rubalcaba. La voz de la experiencia mira con miedo lo que sacude Cataluña. Ha anunciado que el año que viene deja el escenario político. Si Fernando Aramburu no hubiera parido Patria así de bien, el futuro de Jáuregui pasaba por intentar escribir el único relato de la verdad que dejan los terroristas sin alma: la historia y el recuerdo de cada víctima. En cualquier caso, he aquí uno de los pocos políticos maduros alérgico a convertirse en jarrón chino y a subirse a la ola de las puertas giratorias. Un señor. De los de siempre.
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