Foto: Newtral
10 de enero. Sin miedo a esperar a rehacerse de las vacaciones, Ana Pastor vuelve a la nueva temporada de Dónde Estabas Entonces con calidad y con cantidad. 10 de enero. Eso significa que ella y su equipo han estado trabajando a fondo estas navidades para cuadrar el círculo de un programa a lo grande y en directo.
Vean, si quieren, el programa, o lean la crítica de Borja Terán.
Disfruté de la noche y del directo. Pero estuve particularmente pendiente de su presentadora, porque no todos los días se está en directo con Ana Pastor. Y no todos los días se constatan cosas interesantes que sobrevuelan después los tópicos sobre las personas. Me encanta reventar tópicos con mi visión de la jugada.
Ana Pastor es una periodista importante. Preparada, versátil, capaz, ilusionante. En el mix entre El Objetivo y Dónde Estabas Entonces se ubica una manera de ser, estar y parecer que trasciende las etiquetas. «¡Es que es muy roja!». «¡Es que es muy agresiva!». En serio: síganla y comprobarán que es una profesional más neutral, más capacitada, más inteligente y más libre de lo que suena a simple viste la trilogía La Sexta-Ferreras-Rojo Vivo. Y tampoco hace falta que se chupen el dedo.
Me fijé en Pastor. Comprobé que disfruta haciendo su trabajo. Que lo suyo es una vocación fuerte. Que hace piña. Que conoce los nombres propios de sus cámaras. Que da las gracias a su equipo. Que pringa, que ensaya, que está en el ajo. Que no es la diva que llega cuando la mesa está puesta. Que muchos quieren trabajar a su sombra.
Me llamó la atención su capacidad multimedia. Presenta en directo sin ningún miedo a un público de 800, cuenta, enlaza, improvisa con naturalidad, humaniza la tele, elige bien a sus invitados, saca petróleo, convierte la nostalgia en pedagogía, entierra cualquier asomo de sectarismo del que le acusan por aquí y por allá por pereza a bucear en sus productos. Cualquiera que siga a Newtral sabe hasta qué punto Pastor es pionera, curranta y modelo de audacia profesional. Con ella, aunque no sea la única, se rompe una vez más en mil pedazos el icono rancio de la mujer-busto en mitad de la tele. Dirige, coordina, presenta. Aglutina a entusiastas. Transmite pasión. Y todo eso se nota.
Leerán ustedes sus tuits. Pocos periodistas son capaces de estar en lo suyo con intensidad, tener la antena siempre abierta, vibrar con las últimas noticias, indagar en exclusivas incómodas y contarnos hasta los partidos de baloncesto. Incluso deambula por foros profesionales de periodistas entre el público con el brillo ese en los ojos de quien busca seguir aprendiendo con alergia al conformismo, que yo la he visto.
Me interesan mucho las personas que disfrutan de su trabajo, lo hacen con mucha profesionalidad, hacen piña, son coherentes, buscan la neutralidad, escuchan, hacen pensar y mueven a las personas con cabeza y con corazón.
El otro día le propuse a un editor de una revista con la que colaboro entrevistar a Pastor. Algo detrás de lo que llevo unos cuantos años. Me dijo que prefiere gente menos señalada ideológicamente para llegar a un público de lectores más amplio. Me di cuenta de que él tampoco entiende nada. Ni siquiera de periodismo.