Foto: Álvaro García Fuentes
El hombre que quiso ser puente entre Aragón y Cataluña. El diplomático democristiano que dejó la cruces para los partidistas que tachan. Trajeado. Elegante. La antítesis ética y estética de Rufián-Torra dejó la política en 2016 después de que su apuesta por una Cataluña catalanista no independentista no encontrara eco en las urnas. Las gafas atrevidas en el Congreso de los Diputados para contemplar una tercera vía. Pudo ser el delfín de Pujol y entonces “Cataluña sería hoy otra cosa. Estoy convencido”. Pero Pujol quiso Mas, y Mas fue nuestro Cameron. Estado de su alma: tranquilo, sereno. Sin pelos en la lengua para autocriticarse y pedir perdón. La equis habitual en las quinielas de ministrables en gobiernos rojos y azules. Quiso ser periodista. No ve TV3. Hombre de Derecho en una política “con crueldad humana”. Al hombre que quiso ser puente algunos amarillos le llamaron botifler y los rojigualdas le miraron con recelo. Político cristiano sin catacumbas descansa con la conciencia en paz.
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