La pancarta por el todo

Margarita Robles: Si se «demuestra» que no debió celebrarse el 8M «no pasa nada por reconocerlo». Punto.

Todos los indicios demuestran que las manifestaciones del 8M fueron imprudentes, porque se admitieron sin tener en cuenta las recomendaciones de salud pública. Busquen la huida en la Guardia Civil o en la ultraderecha, pero cuidado, porque el precipicio es transparente.

El Gobierno ha defendido la pancarta del feminismo como si esa fuera la esencia de toda su defensa de la igualdad de las mujeres. Y lo ha hecho como un Ejecutivo excesivamente simple: el 8M no se toca, caiga quien caiga. Solo cuatro ciegos ven en la manifestación el foco de la pandemia. La calle lo que ve es una imprudencia mantenida con el discurso, una irresponsabilidad con guinda de Pedro Sánchez: «¡Viva el 8M!». ¿Habría sido mejor evitar esas concentraciones en toda España? Sí. Punto. No pasa nada: en 2021 se sale de nuevo si el virus nos deja y, mientras tanto, seguimos todos luchando por la igualdad tomando las calles sin necesidad de una foto cenital.

La batalla por la igualdad de las mujeres es una conquista social que nos concierne a todas y todos. Pero eso no significa que comulguemos con la estrategia oficial. Solo un movimiento excluyente se sentiría atacado entre opiniones expuestas en escala de grises. La pancarta es solo un símbolo. El todo es el diálogo que salva las injusticias y construye un futuro realmente igualitario. No se puede pelear con la igualdad buscando permanentemente la confrontación que lo divide todo.

La gente lo ha visto con sus propios ojos: de la cabecera del 8M han salido casos positivos de coronavirus. Puede ser una casualidad. Pero también puede ser una irresponsabilidad. Carmen Calvo, Irene Montero, Begoña Gómez y otras mujeres anónimas. África Lorente encabezó la manifestación del 8M en Castelldefels (Barcelona), y falleció por la covid-19 en los primeros días de mayo. ¿Casualidad? Puede ser. ¿Pero qué necesidad había de jugar con fuego? Ninguna, en los parámetros de la sensatez y la prudencia. Mucha, en la trinchera ideológica de convertir el día de las mujeres en una bandera exclusivista a la que ahora seguirá la sombra de los muertos.

Los jueces dirán la última palabra, porque este Gobierno no ha sido capaz de decir las primeras: «Quizás nos equivocamos». Y ya es tarde. Cuando tomas la pancarta por el todo solo ves un palo donde hay un bosque de personas trabajando por la misma causa común. Algún día habrá que entrar al debate sereno sobre el uso político del feminismo. No me cabe ninguna duda de que la izquierda ha liderado esa defensa pública de la igualdad con palabras y con hechos. Y tampoco me cabe ninguna duda de que lo que era un puente se ha convertido en un muro y en un arma. Este feminismo generalizado genera menos anticuerpos sociales contra el machismo evidente, porque su permanente afán de tachar al que matiza o discrepa lo está convirtiendo en una secta.

El día que las mujeres -variadas, diferentes- se liberen del yugo oportunista de los partidos políticos todo será más auténtico, más creíble, más sensato, más constructivo, más sano y más real. Igualdad sin jaulas. Vuelen. Volemos.

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