
Luis Alberto de Cuenca no es un nostálgico, ni es el trágico poeta extendido que llora lo bonito que fue el pasado. Es un humanista del tiempo: multifacético, clásico y snob.
Sabe de letras y de artes, conoce a los hombres, ansía el grado más alto de conocimiento sin histerias.
Con fuste y con marcha. A De Cuenca le sale natural hablar llano a los ojos, aunque muchos intelectuales miren por encima del hombro de la incultura ajena. Culto, futbolero, recogido y callejero.
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