
Enrique García-Máiquez (Murcia, 1969) es poeta, crítico literario, escritor, profesor, columnista, traductor y padre. Con asiento en Cádiz y aroma del tiempo. Un vino generoso y fino de los de Jerez, que no es cualquier blanco. Con denominación de origen e indiscutible en su autenticidad. Es, sobre todo, un tipo que viene reflexionado de sí mismo y de los instantes, con la mirada experimentada sin contagio de cinismos.
En marzo da a luz un nuevo libro de poemas: Inclinación de mi estrella. En mayo saldrán sus poesías completas –Verbigracia– en La Veleta. Que por mayo, era por mayo entrará, también, en la Real Academia Hispano Americana con un discurso sobre José María Pemán.
Este tedeahache literario palpita más asuntos pendientes a corto plazo: está cerrando “un ensayito” sobre el sentido del humor del Jesús evangélico: La gracia de Cristo. Además, prepara un volumen que recogerá artículos largos y ensayos cortos sobre pensadores que se han opuesto a la sociedad líquida, de John Henry Newman a François-Xavier Bellamy: Los antiposmodernos. En toda esta recámara de horizontes de imprenta están sus mareas y su orilla.
Así vibra la primavera de este hombre-orquesta de las letras en ristre. En ebullición. En plena cuesta de febrero, con los cerezos en flor, subimos por el albero de los versos, los senderos de la prosa, el asfalto de la realidad y los mares del sur, bajo el cielo de siempre. Entre risas y rimas, entre veras y veremos, paseamos por las dunas con un chestertónico pemaniano que se agarra “a la verdad y a la luz”. Sin miedo a meternos en la harina de cada costal.
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