Foto original: Carlos García Pozo (El Mundo)
Me acabo de terminar el libro blanco de la crisis. No está escrito a varias manos por cátedros de una escuela de negocios, ni por un gurú de la economía, ni por un visionario americano afincado en Fuengirola. El libro blanco de la crisis es un puñal en el estómago escrito por el maestro joven del periodismo social: Pedro Simón.
Una sala de espera. Una entrevista de trabajo. Un director de Recursos Humanos de los que saben mucho de entrevistas y de coaching, pero no sabe una mierda de personas humanas con historia. Ocho nombres con apellidos. Un puesto de trabajo. Y mucho dolor entre línea y línea.
Pedro Simón no es masoca. Me consta. Pero es un periodista de los que los horteras del siglo XXI llamarían “sensibilizado”. Hablando en plata: es un vecino que no mira para otro lado, que tiene ojos para oler la infamia, y oídos para tocar el dolor ajeno.
Leyendo este libro, los sentidos se me han sinestesiado por completo. Acéptenme este palabro como participio de compañía…
No estoy seguro de haberlo experimentado más veces. Quizás me pasó viendo El festín de Babette. Aquello era la cara. Y esto era la cruz.
Leyendo este libro he olido el mix vomitivo de la mierda, el potaje y la lejía de una residencia llena de abuelos olvidados por la prisa. En 3D.
Leyendo este libro he cruzado el mar en patera, y he visto cosas que se dan de beber cuando una madre no tiene nada que dar de beber a su hija. Ocho días de infierno mojado en eso que los poetas llaman azul, pero que los realistas llamamos agujero-negro-sin-alma. Y he sudado con una familia de valientes que huye hacia el futuro y naufraga en el presente.
Leyendo este libro he oído lo que duele una paliza en casa, un amor roto a leches o un matrimonio que se odia hasta las cachas.
Entre estas páginas he tocado el dolor de la infidelidad, el egoísmo elefantiásico, el miedo a ser uno mismo, la idolatría de las apariencias, la fragilidad de los amigos más falsos que un Judas de goma, el llanto de la desesperación, el acicate de las pastillas cuando ya no hay nadie que dé consejos, el váter como trono, la marginación de los que nos rodean, el peso de las mentiras, la soledad del mentiroso…
He tocado como nunca la pena de una mujer sola, esperando a que llegue Eladio el día de su puñetera boda… Y allí sigue, a la puerta de la Iglesia, tantos años después…
Con don Simón he bebido la amargura de vidas sin esperanza, sin futuro, sin altura, sin profundidad… Vidas planas, marcadas por lo dura que es la vida especialmente cuando tener un duro es tener un tesoro.
Leyendo este libro he tocado mi burbuja…
La sinestesia. Qué gran solución contra la anestesia asocial.
Este libro es una ONG. Un cubo de agua helada. Duele. Es pura contemplación social. Es un botón de ON como un psiquiátrico de grande.