Foto: Álvaro García Fuentes
De niña a madre en un cuarto de siglo sobre las tablas. Con sus cumbres y sus bajadas a la mina. Empezó siendo “la nueva Marisol” y en plena madurez parece un mix con sabor propio entre Celine Dion y Rocío Jurado. Ha llenado de música casetas de Feria de Abril, iglesias, teatros reales, óperas de El Cairo, discotecas, fiestas de pueblo, y muchas casas de España que enchufan sus compases para sentir cosas hondas. Profeta en su tierra. Torera y leona. Fue hit en Turquía con Dámelo ya. Puso de traje largo a los frikis de Eurovisión y nos sacó de la postración de los perdedores habituales. Después de La tempestad de su miedo escénico pisó fuerte volviendo al ruedo hecha una Pilar en calma. Desde que la descubrió el ojeador de Lola Flores han pasado unas bodas de plata, pero Pastora Soler sigue siendo novia de un país que oye con la boca abierta ese tsunami de voz que arrasa con cualquier esbozo de gris. Justo antes de dar a luz acaba de parir un disco que se llama Sentir y que es solo la segunda sevillana. La de mirarse, la de saborear los pases lentos. El farolillo lleno de pasión ilumina una carrera en pleno ecuador.
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