
Entrevista publicada en la revista Influencers de enero-febrero 2020.
Después de 26 años, cerca de 3.500 eventos, uno 4.000 contactos VIPS, y mucho trabajo, el sueño del relaciones públicas número uno del país es este: reunir sobre las tablas del Madison Square Garden a Camarón, Paco de Lucía, Michael Jackson y Julio Iglesias, y contar con actuaciones especiales de Amy Winehouse, Barbra Streisand, Shirley Bassey y Mina. Es el deseo imposible, salvo milagro de la tecnología, de un hombre que está muy cerca y muy al quite de las estrellas, que lo ha hecho casi todo en las alfombras de los eventos y que aspira a convertir la confianza de los famosos en su viaje por otros 26 años detrás del telón, pero con la luz propia del reconocimiento masivo a la discreción y eficacia de su oficio.
Álvaro Sánchez León (@asanleo)
Dicen que todos los hombres tienen un precio, pero la moneda de Richy Castellanos es la lealtad. Por eso lleva una boda de plata larga ofreciendo a los famosos de España la red de su confianza, el respeto de su discreción y un sigilo sobre lo que ve y lo que oye que se acerca al secreto de confesión. Un relaciones públicas con estas señas de identidad y el valor constante del trabajo bien hecho es un tesoro.
Un casco de obrero sobre el esmoquin. Muchas horas de acción, reacción y repercusión en cada pajarita ajustada. El lustre de la pasión por un oficio “oscuro y difícil, en el que es importante tener claros los principios para no ahogarse”. Un móvil en efervescencia, miles de eventos y miles de contactos VIPS que le llaman, se ponen y se aprecian. En una hora de conversación, de pasada, sale que “anteayer hablé con Julio Iglesias”, “mira este audio que le acabo de mandar a Rafa Nadal felicitándole por su boda”, “hoy he quedado a comer con Josema Yuste”, “toca cenar con José María García”, “acabo de organizar la presentación del libro de Andrés Pajares”, “estoy colaborando una vez más con el especial fin de año de José Mota”, y “tengo que ir cerrando el partido de famosos a favor de los niños con Síndrome de Down de Prodis. Este año colaboran Vicente del Bosque y Javier Gutiérrez”.
¿Cómo se gana la confianza de la gente que está en la cumbre?
-En la cumbre, en realidad, hay pocas personas. Muchos están en ese entorno, pero son pocos los que rozan de las estrellas. Si trabajas bien con gente importante, ellos lo agradecen mucho. Valoran que guarde su intimidad, que sea honesto y que vaya con mis principios amueblados por delante. La transparencia y el cariño auténtico lo pueden casi todo.
Richy Castellanos nació un 11-S, y se pasa el día entre torres gemelas que brillan, cuidándolas para que nadie las destruya. “Perfeccionista y tenaz”. Su obsesión sana es “no defraudar a las personas que requieren sus servicios, aunque esto no es un veni, vidi, vinci”. Su estrategia: “estar muy cerca, sobre todo en los momentos complicados, y estar al quite, como los grandes banderilleros que están junto al matador”, hasta que lo que empezó siendo una relación laboral se convierte en feeling, detalles e intuición “para dar siempre lo que cada uno necesita, aunque no lo pida”. Con esa fórmula de empatía sincera “tengo el placer de haber estado en las casas de casi todos los artistas de este país, y algunos del extranjero”.
Seguro de sí mismo. Ajeno al óxido. Más conectado a los nombres y apellidos del DNI que a los nombres artísticos en un escenario en el que todos se arriman a las estrellas para pedir: la cartera, una foto, un favor, un milagro, un sueño, la luna.
“No soy de la prensa rosa”
A Richy Castellanos se le quedó grabado algo que le escuchó a Paco de Lucía: “No sé de nada, de casi nada, pero sé un poquito de lo que hago”. Y él sabe de tratar bien a las personas, de garantizar su confianza, “y cuando hay confianza, ellos mismos te abren su corazón”. También sabe de separar vida pública y vida personal en un ámbito en el que codearse con las estrellas podría suponer un plus de ingresos: “Sé miles de intimidades de artistas que ni me van, ni me vienen, porque no soy de la prensa rosa. Todo el mundo sabe que en mi vida iría a un programa de cotilleos de la televisión. Prefiero perder ganando que ganar perdiendo”.
26 años remando en esa dirección con constancia han visto crecer este huerto florido lleno de amistades. “La seriedad en el trabajo es lo que te abre las puertas para tener un millón de amigos, como dice Roberto Carlos, y lo que hace que mucha gente me llame sin pedirlo”. En el fondo, después de tantas luces cercanas que han brillado intensamente y luego se han apagado de sopetón, Castellanos valora mucho ir por la vida profesional “a portagoyola”: de cara, pero toreando los cuernos de la falta de ética poniéndose de rodillas ante la dignidad de las personas con las que trata por encima de sus personajes.
Dice que “si te metes en alerta roja, el barco se hunde y nadie te ayudará a sobrevivir” que, en el fondo, es lo mismo que decir que defraudar por un plato de lentejas es el primer paso hacia el ostracismo en un oficio donde la verdad en el cara a cara es la clave del prestigio. Por eso, como dice Pedro Ruiz, “Richy no conoce a todos los famosos, pero todos los famosos conocen a Richy”.
Castellanos sabe que “la vida de un artista es muy difícil, porque se construye a largo plazo. Mi experiencia es que la elegancia, la clase, la personalidad, la casta y el saber estar son las señas de identidad de los que consiguen permanecer”. Reivindica valores humanos – “humildad, temple, el arte de tratar bien a las personas, la calma…”- que ennoblecen a la persona que late dentro de un famoso como esencias del currículo oculto de las estrellas, sobre todo, para que las caídas y los fracasos no sean tan estrepitosos, y para saborear cada escalón arriba siendo agradecidos y reforzando la ilusión por dar un do de pecho cada vez que se trabaja.
Serio en su oficio. Bromista en las distancias cortas. Su sabiduría popular está llena de respuestas con refranes y versos de canciones de siempre. Quiso ser futbolista, y ahora se dedica a regatear en el área de los monstruos de la fama ajena, cubrir a los delanteros con prestancia social y meter goles con eventos por la escuadra. Quiso ser flamenco, y ahora rasga las cinco cuerdas a la vez para que las estrellas no se pierdan en el Olimpo de las distancias humanas enfriadas, taconea sobre las dificultades, intuye el quejío y logra que el público toque las palmas. Por el camino, se ha hecho amigo de grandes futbolistas –Maradona, Butragueño, Martín Vázquez, Raúl, Guti, Íker Casillas, Fernando Torres…- y de grandes flamencos como Camarón, Paco de Lucía, Tomatito o Vicente Amigo.
Después de 26 años en la tarima del backstage, Richy Castellanos sigue con la ilusión de la primera vez. Contento. Entrenado para mirar, escuchar, oler, tocar y sentir lo que otros no intuyen ni de lejos. Cuando se apagan los focos, él sigue ahí. Cuando se encienden las famas, él está en la otra cara del tapiz. Cuando se visten los trajes de noche y cuando los esmóquines se llevan al tinte. Cuando un famoso se pone el chándal de andar por casa y los tacones son alpargatas. Antes, durante y después, como una pila Duracell que da energía sin luz propia, rodeado de amigos con galones, el Richy que encendió la luz por ser el primero, la apaga el último.
Si una noche, al llegar a casa, después de descalzarse el glamur, Castellanos se toma un cola-cao con galletas, sepan ustedes que no es una inercia costumbrista. Esa receta ordinaria que tan bien representa al hombre a gusto en su casa, es el broche de oro sobre un trabajo bien hecho. Si sus amigos-estrellas prosiguen sus caminos, con buen rumbo, por la Vía Láctea, en una galaxia paralela, él duerme a honestidad suelta detrás del telón.

LOS MITOS DE CARNE Y HUESO DE SU PASEO DE LA FAMA
De entre todas las personas a las que Richy Castellanos ha tenido la oportunidad de conocer, algunos nombres propios tienen un realce especial en su paseo de la fama. Ahí están Camarón, “un vanguardista que no hablaba mal de nadie y cantaba como los ángeles”; y Paco de Lucía, “un genio universal”; y Maradona, “el Walt Disney del fútbol”; y Rafa Nadal, “el mejor deportista de todos los tiempos”. Ahí están dos de sus mejores amigos: José Mota –“una bellísima persona”- y Santiago Segura: “dos cracks de la interpretación”. Ahí están tres amigos que le deben, incluso, haber conocido a sus mujeres: Raúl González, Guti y Carlos Moyá.
Están también Alejandro Sanz, “el revolucionario de la música” o Ana Obregón -“mi gran amiga”- y una de las primeras que le ofreció su confianza cuando era 1993, y él se abría paso en la selva de la mano de Los Chungitos, Pedro Ruiz, Luis Cobos, Julio Sabala o Azúcar Moreno. Y andan también sus padres, “que son las personas que más me han influido en esta vida”, y Dios, “mi fan número uno, y el que me da salud, trabajo, amistad, y confianza en mí mismo para seguir adelante en este mundo complicado del espectáculo”.