Twittervista a @gerenteImedio. Toma 1.

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Plató. Interior. Luz tenue. Hombre de mediana edad con bata blanca sentado de espaldas. Sobre sus ojos, por si acaso, una cinta negra de influencer incógnito. Ha visto Parásitos y le hacía ilusión el atrezo.

-¿Lleva fonendo?

-¡Por supuesto que no! Aunque le gusta tontear con él para las fotos. Los gerentes han entregado al servicio público el placer de la asistencia. Lleva, sin embargo, cinco bolis de cinco laboratorios distintos apostados en el bolsillo de la bata, como vecinas cotillas dispuestas a firmar contratos a los nuevos MIR. O a los proveedores. O a los nuevos proyectos ecosostenibles que llaman a su puerta cada mañana. Y para rellenar los datos de camas, asistencia y empleados ausentes con el protocolo habitual de comunicación con la Consejería.

Mientras instalamos el micro sobre el cinturón -de cuero argentino, por si da alguna pista- vemos que en la solapa de la bata porta un pin de la OMC y otro de una sociedad científica de las gordas. Hay una micromancha de café entre ojales.

-¿Huele a tabaco?

-¡Por favor! Los gerentes sanitarios del siglo XXI son ejemplares…

En esta sala neutra hay un cartel con letras en comic-sans que dice: “El que no exterioriza, somatiza”. Una triste maceta con planta de goma duerme, inane, en un rincón de este escenario.

-¿Bajo paño de croché?

-¡Bajo paño de croché!

Subir hasta este despacho no ha sido fácil. Nos han parado el de los cupones, nos han ofrecido romero, nos han pedido ayuda para Médicos Sin Fronteras, nos han solicitado en tono friendly «una firmita a favor de la eutanasia»… Incluso un enfermero con piercing nos ha querido comprarnos un turno en Semana Santa por evidente equivocación. En el ascensor hemos visto un bajorrelieve escrito con bisturí: “Las enfermeras también somos Medicina”.

Pasamos Pediatría. Pasillo oscuro con dibujos hechos con el pie izquierdo. Celadores que van y que vienen, empujando con desgana. Limpiadoras comentando la jugada. Las críticas en clave al jefe de Servicio están en el ambiente y huelen a lejía. El despacho de los sindicatos está vacío. En las máquinas expendedoras solo hay donuts. Un hilillo flácido de papel higiénico asoma por debajo de la puerta del baño, como pidiendo a gritos un concurso de traslado a zona noble. No hay rastros de personal sanitario antivacunas. Están todos en los platós de Telecinco.

Como marcan los planes integrales de humanización de los centros hospitalarios y como aconsejan las implementaciones de baremos de eficiencia, hemos saludado a los médicos influencers y a las enfermeras que se creen influencers, pero con discreción. La idea es aparentar que hemos venido a ver a un familiar. O que estamos haciendo un reportaje sobre Recetas para huir del sanitario nosocomial, o sobre La erótica del poder del jefe de Farmacia. Yo qué sé.

Los médicos jóvenes entran y salen como en pase de modelos. Entre jijis y jajas se miran de reojo, y después ponen cara de agobio, aprietan los dientes y aceleran el paso, como si fuera aconteciera una hecatombe, como si hubieran nacido para salvar al mundo ellos solos. Bata con vuelo de capa y vaqueros slim-power. Ellas, sandalias de febrero. Ellos, newbalances. Se nota de lejos quiénes hacen Cardiología, Dermatología y Cirugía Plástica. Y también se nota de lejos quiénes cursan especialidades de laboratorio. Porque visten camisetas negras de Pacman. Qué guais son los médicos jóvenes. Son lo más del Instagram. Las enfermeras son mucho más discretas. Dónde va a parar.

Estamos listos. Tuneamos la voz de GerenteImedio y la colocamos en registro “modo violador del ascensor dispuesto a confesar”.

Hace unos días mis compañeros de Redacción Médica sacaron la primera entrevista a este caballero…

-Pero, ¿es hombre?

-A ver: en estos tiempos responder a esa pregunta es políticamente incorrecto. Digamos que tiene hechuras de hombre, pero él será lo que quiera y cuando quiera. ¡No etiquetemos!

Decía que Redacción Médica saco el otro día esta entrevista. Como se ve desde el titular hasta la última pregunta, estamos hablando de un cuestionario enviado a domicilio en clave amarilla. Buscando el morbo extra sanitario. Nosotros damos un paso más. El periodismo puede, todavía, trascender la Ginecología y la Urología, y centrarse en el mediastino de las cosas. En serio.

¿Quién es GerenteImedio? De momento solo sabemos que es un “gerente no tan ficticio, de un hospital público español no tan imaginario”, que es inofensivo, que hace pilates -y quien hace pilates deriva fácilmente al yoga en mayas-; que es sincebollista, que podría haber hecho las Américas, que no se entiende bien con los de Rayos, y que no le gusta tuitear con la boca llena.

Solo con eso nos hacemos nosotros un diagnóstico certero, porque estamos entrenados para intuir. Seguramente use calcetines con happy-dibujos, sea del Atleti o del Betis, haya leído La guardia del doctor Klint, sueñe los domingos con Diario Médico, quiera ser el Spiriman de centro, haga posters con Paint, tenga un huerto en la bañera del despacho b de su hospital y un llavero con el logo de Excel lacado en verde-quirófano.

Yo no he dicho ni que sea médico, ni que sea un economista de la salud. Así, a primera vista, parece una persona madura, comprometida con el sistema, que vive por y para la sanidad pública las 24 horas del día durante los 365 días del año. Me confirma que no tiene familia y que es runner.

En esta conversación hay una palabra tabú: “coronavirus”. Y una pregunta elíptica con énfasis, pero sin sentido: ¿Quién coño es usted?

Apagamos los móviles. Nos quitamos los crocs. A corazón abierto y sin anestesia, con la historia clínica redactada con tildes y puntos-y-coma, y con el consentimiento informado en regla, empezamos la anamnesis y lo vamos viendo… aunque ya hayan enterrado el carnaval. En este miércoles de Cuaresma, sacamos vida inteligente de la ceniza.

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